El Eterno

"Habiendo llegado al ocaso de mi vida,
la juventud de mi cuerpo lo reclamó de nuevo,
y yo me sumergí en ella..."


Primera Parte 

Creo en la magia y en los milagros, en que todos los días son sacudidos por sucesos inexplicables, desatados por fuerzas que evaden la comprensión. Pero la ciencia, en contraste, es algo que puedo probar y aplicar, y de la magia no conozco cómo demostrar su existencia ni la manera de utilizarla para mi provecho. Muchos otros comparten conmigo este destino que en nuestra ansia de encontrar respuestas nos obliga a buscarlas empujando hacia adelante los límites del conocimiento científico y el inevitable desarrollo tecnológico consecuente. Yo soy uno entre los tantos que dedican su vida al avanzar de la humanidad por el camino que lleva hacia el futuro. Pero entre todos, y sonaré vano al decirlo, yo soy el más grande, el homo maximus, porque yo, sin conjuros mágicos ni favores divinos conseguí la vida eterna para todo aquél que la desee.

Todo fue por un simple sueño: moría. Una y otra vez me desperté sobresaltado, agitado, lleno de miedo y sudor. Una y otra vez experimenté la muerte. Fueron semanas esperando a que aquello que tan repentinamente comenzó dejase de suceder, antes de decidir hacer algo al respecto. Cuando vi que no se detendría por sí solo comencé a leer todo lo que alcanzaban mis manos sobre psicología y teoría del sueño. Intentar inducir sueños específicos con una máquina de sueño virtual tampoco dio resultado; de una u otra forma mis sueños siempre se tornaban pesadillas que terminaban en mi deceso. La angustia de no poder evitar a la muerte en mis sueños fue escurriéndose al subconsciente diurno y desde ahí mi mente empezó a susurrarme con creciente frecuencia las palabras "Morirás, y no podrás evitarlo...". Hasta que no pude más y me recluí en el silencio y la oscuridad de mi celda decidido a encontrar una solución.

Ahí dentro el tiempo carecía de medida y sólo pasaban frente a mí teorías y números con cabida únicamente en dimensiones demasiado complejas para parecer posibles. Al fin salí, loco, demacrado, pero triunfante; mi pie apoyado sobre las leyes físicas de este universo. Y entre mis manos un libro, su nombre lo único en común con aquellos de antaño cosidos de papel y cuero. Este "libro" era un dispositivo que diseñé y programé con relativa facilidad, dotado de una interfaz amable y de figura física agradable a los ojos y a las manos. Cualquiera lo pasaría por una copia de la Gran Enciclopedia, que por su extenso tamaño virtual tampoco se publica como microtexto holográfico. La G. Enciclopedia, sin embargo, no tiene más poder o uso que el de mostrar información: todo el conocimiento humano, adquirido, asimilado y documentado a lo largo de cinco milenios. Mi "libro", en cambio, es el objeto por sí solo más poderoso alguna vez construido por un hombre. Un objeto digno sólo de Dios, si lo hay, en mis manos.


[R!2X]

Publicado en el 4° No. de la revista electrónica DOZ: Colectivo de Ideas.

No hay comentarios: