Sin título por Tuxipop

Y a esa inútil bola brillosa… inmóvil. Le llueven las letras. Le resbalan del cuerpo como gotas de agua después de la ducha. Gorda, pálida, fría, pero aún así dejando su rastro de valientes que intentan tocarla (los ingenuos no saben que a esa cosa nadie la alcanza y aunque lo hicieran, se congelan al acercarse).

Y las flores, tan comunes las pobres. Con esas se conforman los caballeros. Las ingenuas se esfuerzan atascándose de colores, de aromas y de formas para ser arrancadas por algún pasante. Y a veces hasta tiradas en el camino las dejan y ni quién las recoja. También las llenan de versos y de frases. Tienen mil canciones, a pesar de ser tan comunes y tan frágiles.

Y pobre de la que no sea hecha en molde, pobre de la que se esfuerce si llega a la vida de un caminante herido. Que no le van a tocar ni las sobras de un amor muerto por el dolor. A esas no se les dedica nada porque sirven para lo mismo pero diferente. Sin el dolor, al parecer, el amor no sabe tanto. Es un caldo frío.

Eso dicen los andantes de la vida. O eso digo yo que dicen. O eso dicen que digo que dicen.

-F!

El lugar entre la historia y la ahistoria

Se puede intentar conocer al ser humano de dos maneras: viendo a la historia o viéndolo a él. Carlos Marx propone cuantificar, a lo largo del tiempo, las propiedades de la vida humana específicas a un momento y ver, como puntos en una gráfica, las tendencias humanas a través de su existencia histórica. Los resultados, desde la visión humana, son progreso. Más población, más alimento, mayor esperanza de vida, mayores comodidades, etc. Quizá sea nuestro orgullo de especie lo que nos haga ver progreso donde quizá haya decadencia o solamente equilibrio. Actualmente, por ejemplo, vemos una tendencia en aumento de población como algo indeseable. Una mayor esperanza de vida también significa más años improductivos por persona. Y aún cuando la cantidad de alimento en razón al número de personas haya aumentado, su distribución sigue estando lejos de ser homogénea. Este "progreso" quizá sea ilusorio. ¿Por qué, si no, solemos ver con añoranza el pasado? Rara vez preferimos las condiciones económicas pasadas a la actual. No así con el estado cultural e idiosincrásico. Mientras que el progreso económico o continúa o se debate, la decadencia de lo que tradicionalmente llamamos cultura y valores es, por lo general, un consenso. Todos estos desacuerdos mellan en la teoría del progreso humano equivalente al progreso económico. No desestiman la propuesta de estudiar al hombre como un ser histórico económico, pero sí ponen en evidencia que no sabemos interpretar del todo los resultados que arroja y que estos resultados no están del todo completos. Y aunque la visión histórica sí es necesaria para el progreso económico (tecnológico, científico, etc.), éste no corresponde necesariamente al progreso humano.

La segunda opción es mucho más compleja que la primera, pues se basa en la calidad de la experiencia. También es más difícil de aceptar, pues exige que el hombre moderno, que gusta de cientifizarlo todo, se desprenda de las ciencias dependientes de la historia. Federico Nietzsche, en Sobre la utilidad y los perjuicios de la historia para la vida (1874), alaba la vida del rebaño, que "no sabe qué significa el ayer ni el hoy", mientras que el hombre "está siempre encadenado al pasado". ¿Qué lógica hay en ser infelices cuando todas las necesidades del cuerpo están satisfechas? Esa infelicidad proviene de la mente humana y en última instancia de nuestra capacidad de recordar. O más bien, de la incapacidad de olvidar. La historia impone; te dicta quién has sido, dónde has estado, qué has hecho. Una vez que sabemos nuestro pasado, no podemos vernos en el presente sin prejuicio. La historia, aunque puede decir lo que hemos sido, evita que conozcamos lo que somos. Solamente dejando el pasado en el pasado, sin ilusionarnos en el futuro y centrándonos en el presente, podemos conocer el presente sin distorsión.

La propuesta de Nietzsche tiene un problema: abandona al hombre en el mundo sin un propósito. Y es nuestro propósito lo que más desesperadamente buscamos al intentar conocernos. El historicismo dice que el propósito el progreso humano y el ahistoricismo dice que no busquemos ver en el progreso histórico una respuesta al individuo. Ambos poseen una verdad incompleta y complementaria. El propósito sí es el progreso humano, pero el progreso humano no es el progreso económico, sino del bienestar. Atendiendo el bienestar de la persona aumenta el bienestar humano, avanzando así en el camino al fin último: la convivencia perfecta y universal.


-R!